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Sófocles

sendero que está cerca de aquí. Se dice, en efecto, que tal es su vida ordinaria, atravesando miserablemente, el desgraciado, á las bestias salvajes con sus aladas flechas, y no pudiendo hallar remedio á sus males.

SÓFOCLES

Estrofa II

Verdaderamente tengo piedad de él, porque á nadie preocupa, y el infeliz no se ve consolado por la presencia de ningún mortal; sino que, siempre solo, sufre un mal horrible, y anda errante, presa del deseo nunca satisfecho de todo lo necesario. ¿Cómo resiste el desdichado? ¡Oh industria vanamente hábil de los mortales! ¡Oh miserables generaciones de hombres para quienes lo amargo de la existencia excede de toda medida!

Antistrofa II

Este que, quizá, no está por debajo de ninguna de las familias antiguas, privado de las cosas de la vida, carece de todo, alejado de los demás hombres, lanzado en medio de las bestias salvajes manchadas ó velludas, devorado por un hambre terrible y por dolores, y presa de inquietudes intolerables; y el eco de sus gritos espantosos y repetidos resuena á lo lejos.

No hay nada en eso de que yo esté sorprendido. Si no me engaño, sus males le vienen de los Dioses, de la cruel Crise. Si ahora sufre ese mal, sin estar cuidado por nadie, es que la voluntad de los Dioses no es que lance sus flechas divinas é invencibles contra Troya, antes que haya llegado el tiempo en que han decidido que sea destruída.

Estrofa III

Cállate, hijo.

¿Qué ocurre?