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Filoctetes

No, antes bien el igual de los mejores, juntamente con los cuales tomarás á Troya y la destruirás.

Eso no será jamás, aunque tenga que sufrir toda clase de males, en tanto me quede la alta tierra de esta isla.

¿Qué te preparas á hacer?

Ensangrentaré mi cabeza destrozada al precipitarme desde lo alto de esa roca.

Sujetadle, para que no pueda hacerlo.

¡Oh manos, qué no sufrís, privadas del arco querido y atadas por este hombre! ¡Oh tú que jamás tuviste pensamientos rectos y generosos, cómo me has mentido y cercado, tomando, por escudo para tus astucias, á este joven que me era desconocido, más digno de mí que de ti sin embargo, y que nada sabía, si no es obedecer! Y ahora está manifiestamente afligido por su falta y por lo que yo he sufrido. Pero tu alma perversa, que mira siempre desde la sombra, le ha instruído en la astucia y el mal, á él que era sincero y lo rehusaba. ¡Y ahora, ¡oh malvado! teniéndome atado, quieres llevarme de esta orilla sobre la cual me arrojaste sin amigos, solitario, desterrado, muerto entre los vivos! ¡Ah! ¡Perezcas tú miserablemente! Con frecuencia te he lanzado esta imprecación, pero los Dioses no me otorgan nada favorable.

Y tú vives con alegría, y yo estoy desesperado viviendo en medio de males innumerables, burlado por ti y por los dos jefes Atreidas á quienes sirves en todo esto. Y, sin embargo, tú fuiste obligado por la astucia y por la fuerza á navegar con ellos; y mí, desdichado, que lancé de buen grado