ordenado á éste, entre todos, obrar para el bien común de sus amigos.
¡Oh animales alados que yo cazaba, oh bestias feroces de ojos azules que sustenta esta tierra montuosa, no huiréis ya, habiéndoos acercado á mí desde el fondo de las guaridas, porque no tengo ya en las manos mi antigua defensa de dardos! ¡Oh desgraciado de mí! ¡Ahora, este lugar no está ya defendido ni es de temer en adelante para vosotros!
¡Venid! El instante es propicio para devolver matanza por matanza y alimentaros con mi carne manchada de llagas, porque voy bien pronto á dejar la vida. ¿De dónde, en efecto, me vendrá el sustento? ¿Quién puede vivir de aire, cuando no hay nada de lo que produce la tierra bienhechora?
¡Por los Dioses! Si tienes alguna atención con un huésped, muéstrame la misma benevolencia que te he mostrado.
Sabe, sabe bien que está en tu poder librarte de ese mal.
Es, en efecto, lastimoso de sustentar, y no puede soportársele á causa de los grandes dolores que le acompañan.
¿Qué dices?
De nuevo, de nuevo recuerdas mi dolor antiguo, ¡oh tú, el mejor de todos los que han llegado aquí! ¿Por qué me matas? ¿Qué me haces?
¿Has esperado llevarme á la odiosa tierra de Troya?
Creo que eso sería lo mejor.