Página:Tragedias de Sófocles - Leconte de Lisle (Tomo II).djvu/61

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
57
Filoctetes

de Crise, á la serpiente vigilante que, escondida, guarda el descubierto altar. Sabe que no hallarás término alguno á ese terrible mal, en tanto tiempo cuanto Helios se levante por aquí y se ponga por allá, antes que hayas ido de buen grado á los llanos de Troya, donde, con la ayuda de los Asclepíadas, que son de los nuestros, serás curado de tu mal y abatirás, con tu arco y conmigo, la ciudadela de Ilión. He aquí cómo he sabido lo que digo. Heleno, el excelente adivino que hemos cogido en Troya, ha predicho claramente que las cosas pasarían así. Además, dijo que está en el destino que Troya entera sea tomada en este mismo año, y consiente que se le mate si se prueba que ha mentido. Sabiendo todo esto, cede de buen grado. Tu parte será gloriosa si, habiendo sido juzgado el más bravo de los helenos, acudes á las manos que te han de curar, y si, después de haber abatido á Troya, que ha causado nuestro duelo, obtienes una altísima gloria.

¡Oh vida detestable! ¿por qué me retienes tan largo tiempo en medio de los vivos y no me dejas marchar hacia Ades?

¡Ay de mí! ¿qué haré? ¿Cómo no ceder á las palabras del que me aconseja con un espíritu benévolo? ¿Cederé, pues? Pero, entonces, desgraciado, ¿de qué modo, sin avergonzarme, me mostraré á la luz, si lo hago? ¿Con quién hablaré? ¡Oh mis ojos, que habéis visto todo lo que se ha hecho contra mí!

¿cómo soportaréis verme vivir con los Atreidas, que me han perdido, y con el execrable hijo de Laertes? El dolor de los males pasados me desgarrará menos que el de los males que tendré que sufrir y que preveo. En efecto, aquellos cuya alma es madre de todos los crímenes, están hechos para ser siempre malvados. Pero una cosa me sorprende en ti: tú debías no volver jamás á Troya, y debías alejarme de allá, puesto que te han ultrajado, despojándote de la gloria de tu padre. ¿Por qué piensas, pues, ir en su ayuda, y me constrines también á ello? ¡No, oh hijo! Al contrario, llévame más bien á mi patria, y, quedándote tú mismo en Esciros, deja perecer á los perversos. Así obrarás de la mejor manera respecto de mí y respecto de tu padre, y, no ayudando á los malvados, no parecerás semejante á ellos.

Dices cosas razonables. Sin embargo, quisiera que, obe-