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Sófocles

tino adverso, y pienso en el mío tanto como en el suyo, porque todos los que vivimos no somos nada más que imágenes y sombras vanas.

Puesto que ves esto, guárdate de hablar jamás con insolencia de los Dioses, y de no henchirte de orgullo, si prevaleces sobre alguno por tu fuerza ó por la abundancia de riquezas. Un solo día abate ó levanta las cosas humanas. Los Dioses aman á los modestos y aborrecen á los impíos.

Telamonio, que posees Salamina rodeada por las olas, si tú prosperas, yo me regocijo; pero si el odio de Zeus ó la palabra violenta y funesta de los danaos te cerca, entonces me veo acometido por un gran temor, y me estremezco como el ojo de la paloma alada. Así los elevados clamores de un rumor siniestro nos han hecho saber que, la noche pasada, lanzándote á la pradera donde brincan los caballos, degollaste los rebaños de los danaos y mataste con el hierro reluciente todo lo que quebaba del botín de la lanza. Odiseo esparce tales rumores, y los murmura al oído de todos, y les persuade sin trabajo. Las cosas que dice de ti son fácilmente creídas, y cualquiera que le oye insulta tus miserias y se regocija de ellas todavía más que el que las revela. Las injurias que se lanzan á los grandes hombres no se desvían fácilmente; pero el que dijera otro tanto de mí no persuadiría, porque la envidia ataca al poderoso. Los humildes, sin embargo, sin los poderosos, son débil apoyo para la ciudad. El humilde prospera con la ayuda de los poderosos. y el hombre poderoso se eleva con la ayuda de los humildes. Pero no se puede enseñar estas cosas verdaderas á insensatos. Y, ahora, te ves asaltado por el clamor de los hombres; y, sin ti, no podemos oponernos á ello, ¡oh Rey! porque, habiendo huído de tus ojos, charlan como una bandada de pájaros. Pero, si te adelantas, espantados por el gran buitre, guardarán al punto silencio y quedarán mudos.

Estrofa

¿Es, pues, la hija de Zeus, conducida por toros, Artemis — ¡oh nueva terrible! ¡oh madre de mi vergüenza!—, la que