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Ayax

á los Dioses, para que vuelvas sano y salvo á la morada! ¡Oh Rey, ten piedad también de tu hijo, que, privado de los cuidados debidos á su edad, y privado de ti, será maltratado por tutores injustos, tantas miserias nos dejarás á él y á mí, si mueres! No hay nada, en efecto, que yo pueda mirar, si no eres tú, puesto que has destruído mi patria por la lanza, y la Moira ha arrebatado á mi padre y á mi madre, que han muerto y habitan en el Hades. ¿Quién podría, fuera de ti, reemplazar patria y riquezas? Mi única salvación está en ti.

Acuérdate, pues, de mí. Conviene que un hombre se acuerde de lo que le ha agradado, y la gratitud acarrea siempre la gratitud. Aquel en quien se desvanece la memoria de un beneficio, no puede ser tenido por un hombre bien nacido.

Quisiera, Ayax, que fueses tocado de piedad como yo.

Alabarías, en efecto, sus palabras.

Yo le tributaría grandes alabanzas si se atreviese á realizar lo que voy á ordenarle.

¡Oh querido Ayax, te obedeceré en todo!

Tráeme, pues, á mi hijo, para que le vea.

Acometida de temor, le había alejado.

¿Es por terror de mi mal, ó quieres hablar de algún otro temor?

TOMO II

Temía que el desgraciado muriese si te encontraba por casualidad.