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Ayax

Este don de Héctor, de ese huésped tan detestado y odioso á la vista, está hundido en la tierra enemiga de Troya. Recientemente he aguzado su hierro sobre la piedra, y lo he sujetado y preparado para que sea para mí muy benévolo y yo muera prontamente. Así estamos bien dispuestos. Después de esto, tú, el primero, ¡oh Zeus! ayúdame, como conviene. No te pediré un don considerable. Envía por mí un mensajero que lleve á Teucro la lamentable noticia para que, antes que todos los demás, se apodere de mí, atravesado por esta espada sangrienta, y para evitar que, habiéndome visto desde luego uno de mis enemigos, sea arrojado como presa á los perros y á las aves carnívoras. No te pido mas que esto, ¡oh Zeus! Al mismo tiempo, invoco á Hermes subterráneo, conductor de las almas, para que me duerma dulcemente, y allí donde haya atravesado mi costado con esta espada, muera con una caída fácil y pronta. Llamo también en mi ayuda á las Vírgenes que ven siempre las acciones de los mortales, las venerables Erinias de pies rápidos, para que sepan cómo muero miserable por causa de los Atreidas.

¡Id, oh Erinias vengadoras y rápidas, sacrificad todo el ejército y no perdonéis nada! ¡Y tú, que conduces tu carro á través del alto Urano, Helios, cuando veas la tierra de mi patria, reteniendo un poco tus riendas de oro, anuncia mis calamidades y mi destino á mi anciano padre y á mi madre mísera! Sin duda la infeliz, en cuanto haya oído esta noticia, esparcirá por toda la ciudad un gran alarido. Pero ¿de qué sirve lamentarse en vano? Más bien importa obrar con prontitud. ¡Oh Tanato, Tanato, ven ahora y mírame, aunque deba invocarte también, allí donde ambos habitaremos! ¡Y tú, vivo resplandor del día espléndido, y tú, Helios, conductor de carro, os hablo por última vez, y nunca ya en adelante! ¡Oh luz, oh tierra de la patria, suelo sagrado de Salamina! ¡Oh paterno hogar, ilustre Atenas! ¡Oh generación mía, fuentes, ríos, llanuras troyanas, yo os llamo!

¡Salve, oh criados conmigo! Ayax os dice estas últimas palabras. Yo referiré el resto á las Sombras en el Hades.

El trabajo unido al trabajo lo lleva al colmo. ¿Dónde, en efecto, no he penetrado? Sin embargo, ningún lugar me ha revelado nada. Pero he aquí, he aquí que oigo algún rumor.