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Sófocles

Teucro ordena retenerle en su tienda y que le impidáis salir solo.

¿Dónde está Teucro y por qué ha dicho eso?

Acaba de llegar y teme que esa salida de Ayax le sea fatal.

¡Ay de mí! ¡Desventurada! ¿Por qué hombre ha sabido eso?

Por el adivino Testórida que ha dicho que este día mismo había de ver la muerte ó la vida de Ayax.

¡Ay de mí! Amigos, socorredme en esta necesidad que me apremia. ¡Que una parte de vosotros apresure la pronta llegada de Teucro; que los unos vayan hacia las colinas occidentales, los otros hacia las orientales, y que busquen dónde puede estar Ayax que fatalmente ha salido! Veo que me ha engañado y que me ha retirado su antiguo favor. ¡Ay de mí! ¿qué haré, oh hijo? Este no es el momento de quedarse. Iré yo misma con tanta prontitud como piedad. ¡Vamos! Apresurémonos; es preciso no detenerse.

Estoy pronto, y no son solamente palabras: la prontitud de mis pies seguirá de cerca.

La espada mortífera está enderezada de suerte que, aun poniendo cuidado despacio en ello, no podría penetrar mejor.