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{ alrededor, todos silenciosos, con la angustia de lo que iba a ocurrir.

Lo primero fué un suspiro lanzado por cavernosa voz.

Desde el otro lado del palacio la oyó Herodías, y, vencida por extraña fascinación, atravesó la multitud y escuchó, con el cuerpo inclinado y una mano sobre el hombro de Mannaei.

La voz se alzó.

Malditos seáis, fariseos y saduceos, raza de víboras, odres vacías, cimbalos retumbantes!

Todos habían reconocido a Iaokanann. Circuló su nombre, y fueron llegando más gentes.

— Maldito seas tú, oh, pueblo!, y los traidores de Judá, y los borrachos de Efraim, y los que habitan el valle grasiento, y los que vacilan con los vapores del vino.

Que se disipen como agua derramada, como babosa que se funde al pisarla, como aborto de mujer que no ve la luz.

Tendrás que refugiarte, Moab, en los cipreses como los pajarillos, en las cavernas como los topos. Las puertas de tus fortalezas serán rotas más pronto que cáscaras de nuez, se abatirán los muros, arderán las ciudades, y las plagas del Eterno no se detendrán. Revolverá vuestros miembros en vuestra propia sangre, como lana en cuba de tintorero. Os desgarrará como rastrillo nuevo, desparramará por los montes los pedazos de vuestra carne.

¿De qué conquistadores hablaba? Era de ViDigituty udby