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—Los demonios, evidentemente.

Jacob, de pie entre su mesa y la de los sacerdotes, callaba en actitud altiva, y al mismo tiempo dulce.

Todos le intimaban para que hablase: "¡Justifica su poder!" 131 Se encogió de hombros, y en voz baja, lentamente, como espantado de sí mismo:

Pero no sabéis qué es el Mesías?

Todos los sacerdotes se miraron, y Vitelio pidió la explicación de la palabra. Su intérprete tardó un minuto antes de responder.

Llamaban así a un libertador que había de traerles el goce de todos los bienes y el dominio de todos los pueblos. Algunos llegaban a sostener que era preciso contar con dos. El primero sería vencido por Gog y Magog, dos demonios del Norte; pero el otro había de exterminar al Príncipe del Mal; y desde hacía siglos le esperaban a cada instante.

Puestos de acuerdo los sacerdotes, tomó la palabra Eleazar.

Ante todo, el Mesías había de ser hijo de David y no de un carpintero. Vendría a confirmar la ley, y este nazareno la ataca. Además—argumentó más fuerte—, debía ser precedido por la venida de Elías.

Jacob replicó:

—Pero ¡Elías ha venido ya!

Elías! [Elías!—repitió la muchedumbre, hasta el otro extremo de la sala.

De ce