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y tanta modestia, que su madre daba por seguro que habría de verle con el tiempo arzobispo.

Su sitio en la capilla estaba al lado de los padres, y, por largos que fuesen los oficios, permanecía de rodillas sobre su reclinatorio, la gorra en tierra y las manos juntas.

Un día, durante la misa, vió, al levantar la cabeza, a una ratita blanca que salía de un agujero del muro. Correteó por el primer escalón del altar, y tras dos o tres vueltas a la derecha y a la izquierda, se escondió en el mismo sitio. Al domingo siguiente, la idea de que acaso volviera a verla le disgustaba. Salió, en efecto, y todos los domingos la esperaba, tan molesto, que acabó por tomarle odio y resolvió deshacerse de ella.

Cerrando antes la puerta y. sembrando por los peldaños las migajas de un bollo, se apostó delante del agujero con una varita en la mano.

Al cabo de mucho rato apareció un hocico rosado, y luego la rata entera. Descargó un ligero golpe, y se quedó estupefacto ante aquel cuerpecito que ya no se movía. Una gota de sangre manchó la losa. La limpió muy de prisa, con su manga, tiró fuera la rata y no dijo nada a nadie.

Pajarillos de toda especie picoteaban los granos del jardín. Imaginó meter guisantes en una caña hueca, y cuando los oía piar en un árbol se acercaba despacio; luego alzaba su tubo, inflaba las mejillas y los animalitos le llovían sobre los Detized by