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Nada menos que todo un hombre

¿Qué, habrá estado también hoy el conde ese?—preguntaba Alejandro a su mujer.

—El conde ese..., el conde ese...; ¿qué conde?

—Esel No hay más que un conde, y un marqués, y un duque... O para iní todos son iguales y como si fuesen uno mismo.

—Pues sí ha estado!

—Me alegro, si eso te divierte. Es para lo que sirve el pobre mentecato.

—Pues a mí me parece un hombre inteligente y culto, y muy bien educado y muy simpático...

—Sí, de los que leen novelas. Pero, en fin, si eso te distrae...

—Y muy desgraciado.

—Bah; él se tiene la culpa!

—¿Y por qué?

Por ser tan majadero. Es natural lo que le pasa.

A un mequetrefe como el conde ése es muy natural que le engañe su mujer. ¡Si eso no es un hombrel No sé cómo hubo quien se casó con semejante cosa. Por supuesto, que no casó él, sino con el titulo. ¡A mí me había de hacer una mujer lo que a ese desdichado le hace la suya...!

Julia se quedó mirando a su marido, y de pronto, sin darse apenas cuenta de lo que decia, exclamó:

—¿Y si te hiciese? Si te saliese tu mujer como a él le ha salido la suya.

TRES NOVELAS 9