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Miguel de Unamuno

BERTA.¡Y lo seré!

RAQUEL. ¡Gracias a Dios! ¿No le pregunté si venía acá a buscar la voluntad de Juan? ¡Pues la voluntad de Juan, de nuestro hombre, es ésa, es hacerse padre!

BERTA. ¿La suya?

RAQUEL.—Sí, la suya. La suya, porque es la míal BERTA. Ahora más que nunca admiro su generosidad...

RAQUEL—Generosidad? No, no... Y cuenten siempre con mi firme amistad, que aún puede serles útil...

BERTA. No lo dudo...

Y al despedirle, acompañándole hasta la puerta, le dijo:

RAQUEL. Ah, diga usted a sus padres que tengo que ir a verlos....

BERTA. A mis padres?

RAQUEL, Sí, cuestión de negocios... Para consolarme de mi viudez me dedico a negocios, a empresas financieras...

Y después de cerrar la puerta, murmuró: ¡Pobre esposa!