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Dos fueron los puntos que principalmente ocu- paron la atención de los congresistas: fué el pri- mero el de la necesidad de dará la mujer una seria educación intelectual y religiosa; el segun- do, la urgencia para las católicas de dedicarse de lleno á las obras sociales y populares (1).
El primer punto fué admirablemente tratado por dos distinguidos sacerdotes, el abate Serti- llanges, que pronunció su discurso en la misa de apertura, y el canónigo M. Lagardére, que des- arrolló el tema “La educación de la mujer en el siglo XX,. Aribos estuvieron de acuerdo en la- mentar las de:iciencias de la educación religiosa en la mayoría de las católicas.
A este propósito permitasenos recordar algo de lo dicho en el Congreso de Juana de Arco, para formarnos mejor idea del alcance y orienta- ción del mismo.
He aquí, entre otras cosas, lo que declaraba el eminente profesor de la Facultad de Teología del Instituto católico de París (2): “En términos gene- rales, no puedo por menos de decir 'que la edu- cación religiosa de las jóvenes es deplorable. Se procura, sí, despertar en ellas su sensibilidad, su imaginación, y hasta cierto punto su generosi- dad, por causas á veces bastante fútiles; pero las convicciones firmes, razonadas, puestas pruden- temente á prueba de argumentaciones que el día de mañana han de caer sobre aquellos pobres ce- rebros sin defensa; la verdadera generosidad, la que se funda en otras causas que el afán de ob-
(1) Las oficinas del Féminisme chrétien están en la calle de Bonaparte, 19, París.
(2) Compte rendu du premier Congrés Jeanne d' Arc, pá- ginas 14 y siguientes.
