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así. En cuyo caso la mujer, que goza hoy día del derecho de hacerse abrir una libreta en la Caja de ahorros sin la asistencia de su marido, lo tendría igualmente para poder retirar sin la intervención de éste las cantidades impuestas., Mientras que hoy, por el contrario, el marido puede oponerse á que la mujer retire esas economías; y como si esto no fuese bastante, la ley de 20 de Julio de 1895 le concedió el derecho de cobrar por sí sólo la suma consignada en la libreta de la mujer, siempre que á ello no se oponga la ley que rija sus capitulaciones matrimoniales. Y como no se opone, pues sería una verdadera casualidad en- contrar entre las clases populares otro régimen económico en sus matrimonios que el de la co- munidad de bienes, siempre podrá el marido go- zar de aquel derecho (1). “Supongamos—dice el autor de Féminisme francais—una pobre mujer casada con un borracho, un holgazán ó un cala- vera. Día por día y pieza por pieza ella va for- mando un pequeño fondo de reserva con que ha- cer frente á cualquier apuro del mañana: pues ese dinero puede apropiárselo el marido en cualquier momento, sin que baste á evitarlo que la mu- jer haya tenido el cuidado de ir depositándolo en la Caja de ahorros. Ni aun allí estará seguro, toda vez que el marido, con la complicidad de la ley, puede disponer igualmente de él., Tales cosas deberían desaparecer desde la hora y punto en que sen conocidas; pero, sin duda, el Parlamento tiene otras que le preocupan más que corregir esos abusos.
Hasta la fecha las Cámaras francesas —princi- palmente el Senado—se han mostrado hostiles, ó por lo menos reacias, á toda reforma que interese
(1) Para evitarlo muchas mujeres abren la libreta á nom- bre de sus hijas menores.
