INICIATIVAS FEMENINAS 67
nudo amenazados, y á veces destruidos por los hombres de quienes dependen económicamen- te, Ó por aquellos otros á quienes el trabajo en común da ocasión de poder ejercer el mal. ¿Pue- de, pues, sostenerse seriamente que, con respecto á estos peligros, la mujer no necesita de una protección legal especial?
“Aún parece que estoy viendo—agrega Mlle. de Vogelsang—á una muchacha eslava, obrera de una fábrica de pequeños objetos de metal. De buena estatura, bien formada y bien desarrollada, se la hubiese creído dotada de excelente salud, á no denotar lo contrario su palidez y su profunda melancolía. Nos explicó su trabajo, que no exigía muchos esfuerzos; pero, en cambio, la obligaba á estar siempre de pie. Era casada, y llevaba bas- tante tiempo en aquella industria. Se le preguntó por el número de hijos, y contestó que había te- nido nueve, pero sólo uno le vivía: unos habían muerto antes de nacer, y otros habían vivido bien poco tiempo. El mayor número de las obreras de dicha industria que acudieron ante nosotros ha- bian experimentado los mismos ó parecidos efec- tos. Y es que la obligación de permanecer mu- cho tiempo en pie, ó de hacer un uso prolongado del esfuerzo muscular, Ó respirar vapores mal- sanos, es casi siempre causa de partos prematu- ros y de la muerte de gran número de niños, an- tes ó poco tiempo tiempo después de su naci- miento,,.
Mlle. de Vogelsang cita en seguida el ejemplo entristecedor de las mujeres que ayudan álos al- bañiles en sus trabajos, y que son empleadas en los más penosos por parte de los empresarios, por razón de economía. .
“Cuando las mujeres peones de albañil se pre- sentaron ante la Comisión, iban acompañadas por algunos obreros del oficio. Explicaron el papel de