de otros países no dejaban perder las oportunidades que a sus reclamaciones pudiera ofrecer la Conferencia de Versailles,
Convocadas por la presidenta del Consejo Internacio- nal de Mujeres Lady Aberdeen, Virreina que fuera de las Indias y del Canadá y por la presidenta de la Alianza para el sufragio, fundada en 1906 por esa gran mujer que se llama Carrie Chapman Catt, amiga personal de Wilson, padre de la Sociedad de Naciones, se reunieron las líderes del mundo para estar presentes a las sesio- nes de donde habría de salir el tratado de Paz y la Liga de Naciones,
Llegada la hora de redactar el Tratado de paz, ellas reclamaron con toda justicia el premio de sus servicios, en un reconocimiento oficial de las capacidades por ellas demostradas.
Y aquellas mujeres que dirigieron el movimiento emancipador en sus países, asediaron con paciencia y tesón a los diplomáticos, a los plenipotenciarios, a los secretarios, a los técnicos de la Conferencia de Versa- lles. Estaban entre ellas las mujeres más distinguidas del mundo por su posición, por su intelectualidad, por sus valimientos.
El 10 de abril del año 19, en sesión plenaria de la Co- misión de la Liga de Naciones, presidida por el pre- sidente de los EE. UU. Woodrow Wilson, fueron reci- bidas las representantes del feminismo internacional, en una jornada histórica en los anales de la democracia mundial, y las mujeres expusieron sus pedidos y sus re- clamaciones a los plenipotenciarios.
Su tesón, su energía, su inteligencia, su voluntad, obli- garon a aquellos hombres que eran en aquel momento los representantes de la voluntad del mundo, a recono- cer plenamente, sin retaceos ni reticencias, rubricándo- las con su firma de plenipotenciarios de 34 gobiernos, la capacidad de la mujer,
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