palidecido junto a las otras grandes mujeres del mun- do.
No, que puedan desconocerse valores indiscutibles y respetables, ni que junto a sus grandes hombres, fal- tara jamás alguna magnífica figura de mujer, en las más grandes horas de su historia como en las más plácidas de su evolución normal.
Al tender los ojos al pasado, una magnífica trinidad se presenta a mi horizonte, encarnando, mejor que nin- guna, la mujer argentina en los albores de la vida nacio- nal, porque ellas dejaron obra realizada que fruetificó : la tierna y delicada Juana Manuela Gorriti que, como dice un escritor, puede a justo título, ser considerada como la precursora del movimiento espiritual de la mujer argentina, como la estrella polar en el cielo de su emancipación; Juana Manso de Noronha, inteligen- te colaboradora en la obra maravillosa de vuestro in- mortal Sarmiento, y Bienvenida Sarmiento que como sus dos compañeras, consagró su vida a la educación y a la enseñanza.
¿Y acaso alguno podrá dejar de recordar que en los mismos albores de la nacionalidad, el gran presidente Rivadavia, entre los primeros hechos de su gobierno, entregaba en manos de la mujer argentina, la adminis- tración de aquella organización de ayuda social, que se llamó Comisión de Beneficencia allá por el año 1825 o 1828? La historia argentina es rica en figuras de altos exponentes, en el breve plazo de su vida como nación independiente. ¿Qué es un siglo y cuarto en Ja historia del progreso humano?
La mujer argentina, si hubiese querido salir de la órbita de su labor nacional para incorporarse al mo- vimiento mundial de la emancipación femenina, ha- bría podido ocupar el lugar que por derecho de capa- cidades le corresponde en la falange mundial.
Pero, si no ha demostrado mayor interés en el traba-
