Música y negro se fueron á otra parte. Camargo volvió, y, sin entrar, me dijo de la puerta del rancho:
Buenas noches, mi Coronel, y dispense.
Era hora de pensar en dormir. Mis ayudantes Lemlenyi, Rodríguez, Ozarowsky y los dos benditos franciscanos que habían asistido á la visita y confidencias de Camargo, bostezaban á todo trapo.
Desperté á José, llamé dos asistentes, y le hice llevar á un toldo vecino.
Y en tanto me aprestaba para pasar una noche toledana, porque soplaba viento muy fresco, y la tierra entraba al toldo como en su casa, por cuanto resquicio tenía, meditaba sobre esas existencias argentinas, sobre esos tipos crudos medio primitivos, que tanto abundan en nuestro país, que se sacrifican ó mueren por una opinión prestada. Porque nos sobran instituciones y leyes y nos falta la eterna justicia, la justicia que, cual genio tutelar, lo mismo debe velar el hogar del desvalido que la mansión suntuosa del rico po tentado.
Bajo estas impresiones tuve un sueño—yo soy tan soñador, I had a dream, which was not all a dream.
¡Soñaba !...
¡Si en este país hay quien ahorque á un hombre que tiene diez millones de pesos !