Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo II (1909).djvu/23

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la parada el número uno. Hice un desparramo y me fuí á los montoneros.

Le interrumpí preguntándole:

—¿Y qué opinión tenías?

—¡Opinión? Yo no tenía más opinión que ser hombre alegre y divertirme. Las carreras y las mujeres eran toda mi opinión.

—¿Y qué hiciste con la montonera?

—Hicimos el diablo. Anduve una porción de tiempo con el Chacho, que era un bárbaro. Después que lo mataron anduve á monte. Cuando vino don Juan Saa, con otros nos juntamos á su gente. Nos derrotó en San Ignacio el general Arredondo, me vine con los indios de Baigorrita para acá.

—¿Y después de eso, qué has hecho, qué vida has llevado?

—Me fuí para San Luis, de oculto, traje mi mujer, mis hijos y algunos parientes, y aquí están todos.

—¡Y has andado en las invasiones con los indios?

—En algunas, señor.

—¿Y es cierto que tú has tenido la culpa de que los indios matasen una porción de cristianos?

—Es falso.

He estado en las casas de algunos pícaros, pero me he opuesto á que los degüellen. ¡ Así no hubiera sido por mí! Habría unos cuantos diantres menos en este mundo.

Porque íbamos de nuestro coloquio cuando el negro del acordeón preludió una tocata, del lado de afuera.

Camargo se levantó, salió, y por ciertos vocablos con que rellenaba su intimación de que se alejara, calculé que el desgraciado Orfeo de Leubucó no era tratado como los artistas pretenden generalmente que se les trate, aunque sean malos.