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todas partes; es invisible é indivisible; es inmensamente bueno y hay que quererle.

A quien hay que temerle es al diablo,—Gualicho.

Este caballero, á quien nosotros pintamos con cola y cuernos, desnudo y echando fuego por la boca, no tiene para ellos forma alguna. Gualicho, es indivisible é invisible y está en todas partes, lo mismo que Cuchauentrú. Otro, mientras el uno no piensa en hacerle mal á nadie, el otro anda siempre pensando en el mal del prójimo.

Gualicho ocasiona los malones desgraciados, las invasiones de cristianos, las enfermedades y la muerte, todas las pestes y calamidades que afligen á la humanidad.

Gualicho está en la laguna cuyas aguas son malsanas, en la fruta y en la yerba venenosa; en la punta de la lanza que mata; en el cañón de la pistola que intimida; en las tinieblas de la noche pavorosa; en el reloj que indica las horas; en la aguja de marear que marca el Norte; en una palabra; en todo lo que es incomprensible y misterioso.

Con Gualicho hay que andar bien; Gualicho se mete en todo, en el vientre y da dolores de barriga; en la cabeza y la hace doler; en las piernas y produce la parálisis; en los ojos y deja ciego; en los oídos y deja sordo; en la lengua y hace enmudecer.

Gualicho, es en extremo ambicioso. Conviene hacerle el gusto en todo. Es menester sacrificar de tiempo en tiempo yeguas, caballos, vacas, cabras y ovejas; por lo menos una vez cada año, una vez cada doce lunas, que es como los indios computan el tiempo.

Gualicho es muy enemigo de las viejas, sobre todo de las viejas feas: se les introduce quién sabe por dónde y en dónde y las maleficia.

¡Ay de aquella que está engualichada!