Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo II (1909).djvu/44

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demasiado: «Yo no sé bien la lengua, se necesita vivir mucho para aprenderla; aquí no cualquiera la sabe».

Terminada la lección de araucano, le pedí á mi maestra que aunque tenía hijos no era casada ni viuda, me contara su vida; y como la cosa más sencilla del mundo nos refirió sus aventuras con cierto mancebo padre de mi ahijada.

Es una página verde que en cualquier parte pasaría por una seducción. Entre los indios es un accidente de la vida que no significa nada.

La especie humana está sujeta á la ley de la reproducción. Nada de extraño tiene que siendo la mujer libre se entregue á quien le place, y que de la noche á la mañana resulte con hijos.

No es más que una dificultad para casarse; porque generalmente nadie quiere cargar con hijos ajenos, aun cuando provengan de matrimonio legítimo.

Para concluir ésta, y á propósito de mujeres que resultan con hijos de la noche á la mañana, ¡ qué curiosa es la farmacopea de los indios!

Toda ella se reduce á hierbas astringentes y purgantes, y agua fría.

Lo último es un remedio por excelencia.

¡Pare una china? Pues en el acto, ella y el fruto de sus entrañas se meten en una laguna, sea invierno ó verano.

Una palabra más, antes de que me retire del fogón, en que estoy, y me meta en la cama.

Es una observación ajena que puede interesarle al mundo médico.

Mi condiscípulo el Dr. D. Jorge Macías, que ha pasado dos años entre los Ranqueles, y que entre ellos estaría á no ser por mí, pretende que allí no hay tísicos, y lo atribuye al alimento de la carne de yegua