nifestándome el deseo de ir al Morro á visitar sus parientes.
Caiomuta es su hermano menor por parte de padre.
Son enemigos. Caiomuta es rico, ladrón como Caco, borracho como Baco y malo como Satanás. Insolente, violento, audaz, aborrecido de la generalidad. Pero es fuerte, porque tiene un circulito de desalmados que le siguen ciegamente, ayudándole á perpetrar todas sus maldades.
Concluía el estudio de los rasgos fisonómicos de mi compadre, cuando se presentó San Martín.
Cambió algunas palabras en lengua araucana con aquél, y diciéndome en un aparte que tenía algo que comunicarme, se retiró.
—Hasta luego—le dije á Baigorrita, que sin dejar de picar su tabaco, me contestó: ¡adió! (los indios, como los negros, no pronuncian generalmente las eses finales), y fuí á ver qué me quería San Martín.
En cuanto me acerqué á él, me dijo:
—Señor, el hombre es un espía de Calfucurá.
—¿Y tras de qué anda ?
—Viene á ver qué hace usted aquí. Allí temen que usted mueva estas indiadas contra aquéllas.
—¿Y se lo has dicho á Baigorrita ahora lo que hablaste con él?
—No, señor.
—Avísaselo, pues.
San Martín obedeció.
Yo me quedé pensando en la cautelosa previsión de Calfucurá, el gran político y guerrero de la Pampatan temido por su poder como por su sabiduría.
La noticia mi arribo á las tolderías de los ranqueles, le había sido transmitida por Mariano Rosas, junto con una consulta, en su calidad de aliado por simpatía de raza.