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pero lo mastiqué procurando no hacer gestos y lo tragué.

El bofe era pasable; pero prefiero no volver á probarlo más en mi vida.

Como no había lenguaraz no hablábamos sino una que otra palabra.

Aproveché el tiempo para observar la fisonomía de aquel picador de tabaco imperturbable, especie de patriarca.

Manuel Baigorría, alias Baigorrita, tiene treinta y dos años.

Se llama así porque su padrino de bautismo fué el gaucho puntano de ese nombre, que en tiempos del cacique Pichum, de quien era muy amigo, vivió en Tierra Adentro. Su madre fué una señora cautiva del Morro. Allí vivía no ha mucho con su familia, rescatada, no puedo decir en qué época. Baigorrita tiene la talla mediana, predominando en su fisonomia el tipo español. Sus ojos son negros, grandes, redondos y brillantes; su nariz respingada y abierta; su boca regular; sus labios gruesos; su barba corta y ancha.

Tiene una cabellera larga, negra y lacia, y una frente espaciosa, que no carece de nobleza. Su mirada es dulce, bravía algunas veces. En este conjunto sobresalen los instintos carnales y cierta inclinación á las emociones fuertes, envuelto todo en las brumas de una melancolía genial.

Con otro tipo ini compadre sería un árabe.

Es muy aficionado á las mujeres, jugador y pobre; tiene reputación de valiente, de manso y prestigio militar entre sus indios.

Sus costumbres son sencillas, no es lujoso ni en los arreos de su caballo.

Me habló varias veces con ternura de la madre, ma-