Buenos Aires donde todas las plagas de la civilización nos invaden día á día con aterrante rapidez. El cólera, la fiebre amarilla y la epizootia, le quitan ya á la antigua y noble ciudad el derecho de llamarse como siempre. Pestes de todo género y auras purísimas; es una incongruencia.
Debiera quitarse nombre y apellido como hacen los brasileños, en cuyos diarios suelen leerse avisos así:
De hoy en adelante Juan Antonio Alves, Pintos, Bracamonte y Costa, se llamará Miguel da Silva, da Fonseca é Toro. Tome buena nota el respetable público.
Es una excelente costumbre que prueba los adelantos del Imperio. Porque mediante ella los pillos hacen sus evoluciones sociales con más celeridad. En un país semejante Luengo no tendría más que poner un aviso para ser Moreira, persona muy decente.
La industria de que hablaba toma su nombre de los que la ejercen llamados le quatorziéme (décimo cuarto).
Le quatorziéme, no puede ser cualquiera. Se requiere ser joven, no pasar de treinta y cinco años, tener un porte simpático, maneras finas, vestir bien, hablar varios idiomas y estar al cabo de todas las novedades de la época y del día.
Cuando alguien ha convidado á varios amigos á comer en su casa, en el restaurant, ó en el hotel, y resulta que por la falta de uno ó más no hay reunidos sino trece y que se ha pasado el cuarto de hora de gracia concedido á los inexactos, se recurre al quatorziéme.
¡Cómo han de comer trece, exponiéndose á que bajo la influencia de malos presentimientos la digestión se haga con dificultad!
Se envía, pues, un lacayo en el acto por el quator-