ziéme. En todos los barrios hay uno, así es que no tarda en llegar; es como el médico.
Entra y saluda, haciendo una genuflexión, que es contestada desdeñosamente; y acto continuo se abre la puerta que cae al comedor, ó no se abre, porque los convidados pueden estar en él ó por cualquier otra razón, y se oye: ¡Monsieur est servi!
Siéntanse los convidados. ¡Qué felicidad! La sopa humea de caliente, no se ha enfriado! La alegría reina en todos los semblantes. Han comenzado á sonar los platos, á chocarse las copas. De repente óyese un grito del anfitrión:
—¡Ahí está al fin! Siéntese usted donde quiera, que los demás no vendrán ya.
Y Monsieur de la Tomassiére (en un tipo de este apellido, Paul de Kock ha personificado el tipo de esos amigos fastidiosos que siempre llegan tarde), se presenta y se sienta, pidiendo disculpas á todos y protestando que es la primera vez que tal cosa le sucede.
Mientras tanto, le quatorziéme ha visto una seña del dueño de la casa, que en todas partes del mundo quiere decir: retírese usted, y sin decir oste ni moste se ha eclipsado. Iba quizá á probar la sopa cuando Mr. de la Tomassiére se presentó.
Al llegar á la puerta de la calle de donde vive, se halla con un necesitado que le espera. En otro banquete le aguardan con impaciencia. Han buscado varios quatorziéme, no hay ninguno. Esa noche dan muchas comidas, hay muchos inexactos ó un exceso de previsión y la demanda de quatorziéme es grande desde temprano.
El quatorziéme marcha; llega, igual escena á la anterior. Tiene que desalojar su puesto antes haber probado un plato siquiera de cosa alguna.
Al volver á llegar á la puerta de calle de su pobre