franciscanos; y yo les replicaba: tengan paciencia, padres, que quién sabe si no es para un susto.
De médano en médano, de ilusión en ilusión, de esperanza en esperanza, llegamos á La Verde.
Serían las diez de la mañana.
13 Es una laguna como de trescientos metros de diámetro, profunda, adornada de árboles y escondida en la olla de un médano que tendrá setenta pies de elevación.
Mandé desensillar y mudar caballos.
Yo, aunque sea esto un detalle que no le interesa mucho al lector, me desnudé y, echéme al agua.
Quería inspirar confianza á los que me seguían, y más que á éstos, á los indios si me descubrían en aquel lugar.
Ya debían estar prevenidos. Y aquí me detengo hoy.
Mañana te contaré los percances del resto del día, en que los franciscanos queridos no ganaron para sustos.