Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/154

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Bustos, que no se separaba de mi lado, volvió á decirme:

—No tenga miedo, amigo.

Le contesté, con tono áspero y fuerte:

—Usted me está fastidiando ya con su: No tenga miedo, amigo, y echando un voto cambrónico, agregué :

—Dígame eso cuando me vea pálido.

Algunos indios que entendían el castellano, exclamaron á una: ¡ Ese coronel Mansilla, ese cristiano toro!

Caniupán me dijo con aire imperioso: Dame un caballo gordo para comer.

—¿ Conque habías entendido la lengua? le dije.

—Poquito—repuso el indio,—i dando caballo?

—Sí... en eso estoy pensando.

El capitanejo iba á contestar, cuando el embajador de Ramón se presentó por tercera vez.

Habló con Bustos, parando la oreja todos los indios que me rodeaban, porque lo hacía con aire misterioso.

Bustos contestaba con monosílabos que me parecían significar solamente sí y no. Dirigiéndose á los circunstantes, me dijo:

—Dice el cacique Ramón que usted no es el coronel Mansilla, que el coronel vendrá atrás con la demás gente.

Lo llamé á Mora, y le dije:

—Vete al toldo de Ramón, asegúrale que yo soy el coronel Mansilla, que mande algún indio de los que han estado en el Río 4.º á reconocerme y quédate en rehenes.

Mora contestó.

—Le voy á decir que si lo engaño, me degüelle.

Y dirigiéndose á Bustos, al separarse de mi lado, añadió: