Ir al contenido

Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/172

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 168 —

ctro dia ha de creer en algún pícaro de mala fe que lo engaño.

El mensajero hizo un gesto de extrañeza al oir aquella contestación; advirtiéndolo yo, agregué :

—Y dígaselo, no tenga miedo.

Dicho esto, le di la espalda, y viendo él que yo no tenía gana de seguir conversando, recogió el caballo y se dispuso á partir. Mas en ese momento llegó un grupo de indios del Norte, y mezclándose con ellos, allí se quedaron hablando, según me dijo Mora después de que no había novedad por el Cuero y que más allá no sabían.

Al rato, cuando ya se iban, uno de ellos fué á pasar por entre los dos franciscanos que estaban descansando en el suelo, como á dos varas uno de otro.

Gritéle con voz de trueno, saltando furioso sobre él para sofrenarle el caballo y empuñando mi revólver, dispuesto á todo:

—¡ Eh! ¡ no sea bárbaro! ¡ no me pise los padrecitos !

Y el hombre, que no había sido indio sino cristiano, sujetando de golpe el caballo, casi en medio de los padres, contestó:

—Yo también sé.

—¿Y si sabes, pícaro, por qué pasas por ahí?

—No les iba á hacer nada—repuso.

— ¡Conque no les ibas á hacer nada, bandido!

Calló, dió vuelta, les habló á los indios en su lengua, siguiéronle éstos, y se alejaron todos, habiendo pasado los pobres padres por un rato asaz amargo, pues creyeron hubiese habido una de pópulo bárbaro.

¡ Extraños fenómenos del corazón humano!

Algunas horas después de esta escena, á la que nada notable se siguió, ese mismo hombre tan duramente tratado por mí, se presentó diciéndome :