Le pregunté á Mora qué habían conversado.
Me contestó que el uno me había saludado, y el otro había contestado por mí; que el uno representaba á Mariano Rosas y el otro me representaba á mí, según orden de Caniupán que acaba de recibir.
—Pero hombre, le observé, ¿tanto ha hablado sólo para saludarme?
—Sí, mi Coronel, es que los dos son buenos lenguaraces oradores quería decir.
—Pero hombre, insistí, si han hablado un cuarto de hora, ¿cómo no han de haber hecho más que saludarme?
—Mi Coronel, es que las razones que traía el parlamento de Mariano las ha hecho muchas más; y el de usted ha hecho lo mismo para no quedar mal.
—¿Y cuántas razones traía el de Mariano?
—¡Tres razones no más!
—¿Y qué decían?
—Que cómo está Usía, que cómo le ha ido de viaje, que si no ha perdido caballos, porque en los campos solos siempre suceden desgracias.
—¿Y para decir eso ha charlado tanto, hombre?
—Sí, mi Coronel; no ve que cada razón la han hecho diez razones.
—¿Y qué es eso, hombre?
—Es, mi Coronel...
Decía esto Mora, cuando Caniupán nos interrumpió, proponiéndome que saludara á la comisión que acababa de llegar.
Deferí á su indicación y comenzó el saludo.
Tendrás paciencia, hasta mañana, Santiago amigo, y el paciente lector contigo.
La paciencia es una virtud que conviene ejercitar en las cosas pequeñas, que en las grandes yo opino como Romeo, por boca de Shakespeare.