deben interrumpirse; es en forma de preguntas y respuestas.
Tiene un tono, un compás determinado, su estribillo y actitudes académicas, por decirlo así.
El tono y el compás pueden sólo compararse á lo que en las festividades religiosas se canta con el nombre de villancico.
Es algo cadencioso, uniforme, monótono, como el murmullo de la corriente del agua.
Yo no conozco suficientemente la lengua araucana para consignar una frase.
Pero el' penetrante lector, y tú, Santiago, que á este respecto te pierdes de vista, haciendo un pequeño esfuerzo, me comprenderán.
Voy á estampar sonidos cuya eufonía remeda la de los vocablos araucanos.
Por ejemplo:
Epú, bicú, mucú, picú, tanqué, locó, painé, bucó, có, rotó, clá, aimé, purrá, cuerró, tucá, claó, tremen, leuquen, pichun, mincun, bitooooooon.
Supongamos que los sonidos enumerados ayan sido pronunciados con énfasis, muy ligero, sin marcar casi las comas, y que el último haya sido pronunciado tal cual está escrito á manera de una interjección prolongada, hasta donde aliento lo permite.
Supongamos algo más, que esos sonidos imitativos representando palabras bien hilvanadas, quisieran decir:
Manda preguntar Mariano Rosas, que ¿cómo le ha ido anoche por el campo, con todos sus jefes y oficiales ?
O, en los tiempos de Mora, supongamos que esa interrogación sea una razón.
Pues bien, convertir una razón en dos, en cuatro ó más razones, quiere decir, dar vuelta la frase por citiva, y por pasiva, poner lo de atrás adelante, lo del me-