dio al principio, ó al fin; en dos palabras, dar vuelta la frase de todos lados.
El mérito del interlocutor en parlamento, su habilidad, su talento, consiste en el mayor número de veces que da vuelta cada una de sus frases ó razones; ya sea valiéndose de los mismos vocablos, ó de otros; sin alterar el sentido claro y preciso de aquéllas.
De modo que los oradores de la pampa son tan fuertes en retórica, como el maestro de gramática de Moliére, que instado por el Bourgeois gentilhomme, le escribió á una dama este billete: «Madame, vos vells yeux me font mourir d'amour». Y no quedando satisfecho el interesado: «Vos vells yeur, madame, me font mourir d'amour». Y no gustándole esto: «D'amour, madame, vos vells yeux me font mourir». Y no queriendo lo último: le font mourir d'amour, vos vells yeux, madame».—Con lo cual el Bourgeois se dió por satisfecho.
La gracia consiste en la más perfecta uniformidad en la entonación de las voces. Y, sobre todo, en la mayor prolongación de la última sílaba de la palabra final.
Una cantante que aprendiera el araucano, haría furor entre los indios, por su extensión de voz, si la tenía, y por otros motivos, de que se hablará á su tiempo. No es posible poner todo en la olla de una vez.
Esa última sílaba prolongada, no es una mera floritura oratoria. Hace en la oración los oficios del punto final; así es que en cuanto uno de los interlocutores la inicia, el otro rumia su frase, se prepara, toma la actitud y el gesto de la réplica, todo lo cual consiste en agachar la cabeza y en clavar la vista en el suelo.
Hay oradores que se distinguen por su facundia ;otros por su facilidad en dar vuelta una razón: éstos, por la igualdad cronométrica de su dicción; aquéllos, por la entonación cadenciosa; la generalidad por el