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ne tantos y cuantos rodeos de vacas, tantas ó cuantas manadas de yeguas, tantas ó cuantas majadas de ovejas y cabras; sino tiene tantas tropillas de obscuros, de overos, de bayos, de tordillos, de gateados, de alazanes, de cebrunos, y resumiendo, pueden cabalgar tantos ó cuantos indios; lo que quiere decir, que en caso de malón podrá poner en armas muchos, y que si el malón es coronado por la victoria tendrá participación en el botín con arreglo al número de caballos que haya suministrado, según lo veremos cuando llegue el caso de platicar sobre la constitución social, militar y gubernativa de esas tribus.

Mariano Rosas tiene la fama de un orador de nota.

Cuando lleguemos á su toldo, penetremos en el recinto de su hogar, cuente sus costumbres, su vida, sus medios de gobierno y de acción, será ocasión de comprobarlo con ejemplos palmarios, probando á la vez que hasta entre los bárbaros la elocuencia unida á la prudencia puede disputarle la palma con éxito completo al valor y á la espada.

Tomando el hilo de mi interrumpido relato sobre los diferentes modos de conversar de los Ranqueles, agregaré, que en pos de las interrogaciones y contestaciones sobre la salud de la familia y las novedades de los campos, vienen otras sin importancia real, y que sólo después de muchas idas y venidas, vueltas y revueltas, se llega al grano.

Un indio, cuando va de visita con el objeto de pedir algo, no descubre su pensamiento á dos tirones. Saluda, averigua todo cuanto puede serle agradable al dueño de casa, devolviendo los cumplimientos con cumplimientos, las ofertas y promesas, con ofertas y promesas, se despide; parece que va á irse sin pedir nada; pero en el último momento desembucha su entripado; y no de golpe, sino poco á poco. Pris pedirá nier-