blaron no sé qué y ambos grupos prosiguieron su camino.
Llegaron á nosotros los tres que venían, y después que hablaron con Caniupán, díjome éste:
—Formando gente, hermano, ese comisión.
Hice alto, di mis órdenes y formamos en batalla cubriéndome la retaguardia los indios de Caniupán.
Púsose éste á mi lado derecho y por indicación suya coloqué los dos franciscanos á mi izquierda. Mora se puso de de mí.
Una vez formados nos pusimos al galope. Galopamos un rato, y cuando la comisión que venía se dibujó claramente sobre una pequeña eminencia del terreno, como á unos dos mil metros de nosotros, Caniupán me dijo:
—Ese comisión lindo, hermano, ahora no más tcpando.
—Cuando guste, hermano, topando no más.
Los que venían hicieron alto; regresaron los tres indios de Caniupán y los otros tres volvieron á los su yos.
Caniupán me dijo:
—Poquito parando, hermano.
—Bueno, hermano—le contesté,—sujetando.
Destacó un indio sobre los que venían diciéndole no sé qué. Los otros hicieron lo mismo.
Llegó el heraldo, habló con Caniupán y éste me dijo:
—Ahora topando, hermano.
—Cuando quiera topando, hermano.
Y esto diciendo nos pusimos al gran galope.
Los otros nos imitaron; venían formados en orden de batalla, haciendo flamear tres grandes banderas coloradas, colocadas en largas cañas, que ocupaban los extremos y el centro de la línea.