tardamos en avistar la nueva serie de embajadores en cuyas garras íbamos á caer.
Caniupán me dijo:
—Ese comisión, lindo, grandote.
—Ya veo que es linda—le contesté.
Y tenía razón en lo de grandote, porque, en efecto, formaban un grupo considerable.
Caniupán me dijo:
—Topando fuerte, hermano.
—Topando como guste—le contesté.
—Mandando hacer alto, hermano—agregó.
Hice alto.
—Formando gente, hermano—me dijo.
Llené sus indicaciones, y mi comitiva formó en batalla, poniéndome yo con los frailes al frente en el orden de antes. Los indios de Caniupán me cubrieron la retaguardia y los otros, haciendo dos alas, se colocaron á derecha é izquierda de mí. Las tres banderas ocuparon el centro de la línea que formábamos, como á veinte pasos á vanguardia. Caniupán iba á mi lado.
Formados en esa disposición, rompimos la marcha al galope.
Los que venían avanzaban también al galope.
Oyéronse toques de corneta.
Caniupán me dijo:
—Ese comisión ahorita topando.
—Ya lo veo—le contesté.
Galopamos algunos minutos, hicimos alto viendo que los que venían se habían parado, y después que hablaron con Caniupán, trayendo y llevando mensajes varios indios, continuamos la marcha.
A una indicación de corneta, Caniupán me dijo:
—Ahora topando ya, hermano.