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XXIV

¡Qué hacer cuando no hay más remedio!—Cuál era el objeto de esta otra parada.—Pretensiones de la ignorancia. Las brujas. Saludos y regocijos.—Qué sucedía mientras tenía lugar el parlamento —Agitación en el toldo de Mariano Rosas.—Las brujas vieron al fin lo mismo que el Cacique.—Cómo estaba formado, éste.—Qué es Leubucó y qué caminos parten de alli.

Echo pie á tierra.—Vitores.

Hay situaciones en que una indicación, por más política que sea, tiene todo el carácter de una orden militar.

¿Qué había de hacer, cuando con la mayor finura araucana me insinuaron que, á pesar de hallarme ya á tiro de pistola del toldo suspirado, debía detenerme un rato más?

Claro está, conformarme.

Permanecimos á caballo, en el mismo orden de formación que llevábamos.

Aquella parada á última hora, inopinada, que no había formado parte del programa imaginario de nadie, tenía en el ceremonial de la corte de Mariano Rosas un gran significado.

En las paradas anteriores, el objeto real había sido —unas veces, ganar tiempo hasta que se tranquilizara