Página:Una excursión a los indios ranqueles - Tomo I (1909).djvu/283

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—También.

—¿Y dónde lo han muerto al Juez?

—Cerca de la casa de usted, pues. ¡Para qué quiere hacerse el que no sabe? ¡ No ve que ya está todo descubierto!

Me quedé confuso—no le pregunté nada más, y el hombre se fué.

A los pocos días me pusieron comunicado.

Mi madre fué la primera persona que vi. ¡No le decía, mi Coronel, que era una santa mujer!

Por eila supe lo que había. Llorando me lo contó todo. ¡ Pobrecita! Mi padre había muerto de celos al Juez. Pero nadie sino ella lo había visto. Y á mí me creían el asesino, porque me habían hallado corriendo á pie, por las calles del pueblo, á deshoras.

Mi vieja estaba muy afligida. Decía que decían, que me iban á fusilar y que eso no podía ser, que yo qué culpa tenía.

Yo le dije: mi madrecita, yo quiero salvar á mi padre.

Ella lloraba...

En ese momento entró uno de la partida y dijo:Ya es hora de retirarse. Se va á entrar el sol.

Nos abrazamos, nos besamos, lloramos,—mi vieja se fué y yo me quedé triste como un día sin sol.

Me prometió volver al día siguiente, á ver qué se nos ocurría.

Esto dijo Miguelito, y como quien tiene necesidad de respirar con expansión para proseguir, suspiró..lágrimas de ternura arrasaron sus ojos.

Me enterneció.