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XXXIII

Retrato de Mariano Rosas.—Su política.—Cómo le tomaron prisionero los cristianos.—Rosas le hace peón de su estancia del Pino.—Su fuga.—Agradecimiento por su antiguo patrón.—Paralelo.—De pillo á pillo.—Voto de un indio —Muerte de Painé —Derecho hereditario entre los indios.—Los refugiados políticos.—Mareo.—Mariano Rosas quiere loncotear conmigo Apuros. Una sombra.

El cacique general de las tribus Ranquelinas tendrá cuarenta y cinco años de edad.

Pertenece a la categoría de los hombres de talla mediana. Es delgado, pero tiene unos miembros de acero. Nadie bolea, ni piala, ni sujeta un potro del cabestro como él.

Una negra cabellera larga y lacia, nevada ya, cae sobre sus hombros y hermosea su frente despejada, surcada de arrugas horizontales. Unos grandes ojos rasgados, hundidos, garzos y chispeantes, que miran con fijeza por entre largas y pobladas pestañas, cuya expresión habitual es la melancolía, pero que se animan gradualmente, revelando entonces orgullo, ener-