en un pueblo donde el sufragio universal campea por sus respetos.
Más revoluciones hemos hecho nosotros, víctimas hoy de una oclocracia, mañana de otra, quitando y poniendo Gobernadores, que los indios por la ambición de gobernar.
Y es asunto que se presta á fecundas consideraciones, que los que aman la libertad racional se persigan unos á otros y se exterminen con implacable saña, conculcando las instituciones que ellos mismos han formulado, reconociendo y jurando que son salvadores, por la satisfacción sensual del poder, y que los que sólo aman la libertad natural no quiebran lanzas en fratricidas guerras.
Pero ya caigo.
Es que los bárbaros no andan detrás de la mejor de las Repúblicas.
Es que ellos creen una cosa de que nosotros no nos queremos convencer: que los principios son todo, los hombres nada; que no hay hombres necesarios; «que »si César hubiese pensado como Catón, otros hubieran »pensado como César, y que la República destinada á »perecer habría sido arrastrada al precipicio por cual»quier otra mano.» Mariano Rosas se viste como un gaucho, paquete, pero sin lujo.
A mí me recibió con camiseta de Crimea, mordoré, adornada de trencilla negra, pañuelo de seda al cuello, chiripá de poncho inglés, calzoncillo con fleco, bota de becerro, tirador con cuatro botones de plata y sombrero de castor fino, con ancha cinta colorada.
Como Leubucó es el asiento principal de todos los refugiados políticos, la santa federación está allí á la orden del día.