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guerra del Chacho, tan hábil, que no sólo reconoce por la pisada si el animal que lo ha dejado es gordo ó flaco, sino si es tuerto ó no.

Era indudable que la tormenta había impedido que los chasques continuaran su camino, que habían dormido en Ralico; y que sólo me llevaban un par de horas de ventaja.

Si no se apuraban, ó si por apurarse demasiado fatigaban los caballos, íbamos á llegar á las tolderías del Rincón, que así se llaman las primeras, casi al mismo tiempo.

A cada criatura le ha dado Dios su instinto, su pensamiento, su acento, su alma, su carácter, por fin. Confieso que este incidente me contrarió sobremanera.

O les daba tiempo á los chasques para que su comisión surtiera efecto, deteniéndome un día en el camino, ó seguía mi viaje sin curarme de ellos corriendo el riesgo de llegar primero.

Es de advertir que del Cuero salen dos caminos.

Uno va por Lonco—uaca—lonco quiere decir cabeza y uaca vaca, y otro por Bayo—manco que al ocuparme de la laguna ranquelina se verá lo que quiere decir.

Estos dos caminos se reunen en Utatriquin, de allí la rastrillada sigue sin bifurcarse hasta la Laguna Verde.

El camino de Lonco—uaca da una pequeña vuelta.

Pero tiene sobre el Bayo—manco la ventaja de que en él no falta jamás agua, mientras que en el otro no se halla sino cuando el año no está de sequía.

Por cual de los dos caminos habían tomado los chasques, esa era la cuestión.

Los bañados del Cuero no permitirían saberlo; los hallaríamos anegados.

Disimulando mi contrariedad, y pensando en lo que haría, si mis conjeturas se realizaban, es decir, si no