Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/12

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Al abrir maquinalmente el libro, no sabemos para qué, puesto que ya no se distinguia á leer, reparó en un objeto que habia entre dos páginas, y que estuvo á punto de caer al suelo.

Era una hoja de malva-rosa, fresca todavía.

Esto, que sencillamente podia ser una señal olvidada, aumentó la emoción del jóven del Retiro; pues por lo menos, atendido al estado de frescura de la hoja, indicaba que alguna persona habia leido recientemente en el libro.

¿Quién? That is question.

Si un grande hombre político, ó eminente diplomático, ó famoso General, de esos que derriban dinastías y cambian la faz de las naciones, hubiese visto á nuestro jóven contemplando absorto la hoja que tenía en la mano, sonreiría con desden diciendo: frivolidad; como si mediase una gran diferencia entre una flor que se besa apasionadamente y luego se coloca en el ojal de la levita, y una placa brillante que se ostenta en el pecho; como si las manifestaciones del orgullo fuesen más nobles que las del corazón.

La noche avanzaba y el jóven del Retiro permanecía aún sentado en el banco, ageno á todo cuanto pasaba en derredor suyo.

¿En qué pensaba? ¿De qué causa provenia la melancólica expresion de su semblante?

Cualquiera que hubiese acertado á verle meditabundo y cabizbajo, diria: ¡Qué triste está ese jóven; debe ser muy desgraciado!

Y, sin embargo, aquel jóven iba á comenzar á vivir la única, la verdadera vida del alma, en ese paréntesis admirable que Dios ha puesto en el tráfago del mundo. Para aquel jóven se acababa de abrir la flor de la creación, que es el amor; aquel jóven sentía el placer-presentimiento de las ilusiones no realizadas, pero que se esperan con la fe del corazón; y esa melancolía que hace sufrir dulcemente, como sufre una madre que por primera vez siente el fruto de su amor agitarse en sus entrañas; tristezas suaves y embriagadoras, más dulces que la alegría, porque están sostenidas por la esperanza y no han pasado aún por las terribles pruebas del desengaño.