Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/3

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todas las demás naciones. No obstante, ántes de llegar á este resultado, mediaron trabajos diplomáticos. El Gobierno de España envió á San Petersburgo un agente encargado de una misión secreta, y á consecuencia, el Gabinete ruso se valió con el mismo objeto y con igual carácter privado, del Príncipe de Lucko, padre de la linda jóven á quien ya conoce el lector.

Pertenecía el Príncipe á una gran familia, era inmensamente rico, y gozaba de gran favor en la Corte de Rusia. Viudo y sin más hijos que María, adoraba en ella. Su misión diplomática podia ser breve ó no, y en esta duda determinó acceder á los deseos de su hija y á los de su corazón, trayéndola consigo á España, para después hacerla conocer las principales córtes de Europa.

A su llegada á Madrid, los ilustres viajeros se instalaron en una hermosa casa, situada al fin de la calle de Hortaleza, de antemano preparada para recibirlos, y sólo hablan mediado cuatro dias desde su arribo á la capital de España, hasta el momento en que hemos hecho conocimiento con la Princesa.

Ocupada ésta con los cuidados de la instalación en su nueva morada, y retraída en ella á causa del temporal de aguas, en aquella época general en Europa, sus primeras impresiones en Madrid no fueron agradables. Viendo desde un balcón un cielo constantemente nublado, no halló diferencia entre éste y el de su ciudad natal, y al dilatar sus miradas por el árido campo de Guardias, que desde su casa veia en parte, recordó su frondoso jardin de San Petersburgo y los azules lagos del regio palacio de Anitchkoff.

Pero cuando la mañana á que nos referimos, se encontró con tanta claridad en el cielo y con tan brillántes tonos en el ambiente, experimentó una doble sensación de sorpresa y de alegría.

En Madrid, la Primavera suele aparecer repentinamente, y en los primeros dias se adorna con todas sus galas. Soplan los cálidos vientos del meridiano, desaparecen las nubes intensas, la escarcha se seca en las calles, las hojas brotan en las ramas casi de súbito, y por la eterna ley de las compensaciones, á falta de los grandes monumentos y de la rica vegetación de otras ciudades, la Corte de España ostenta las magnificencias de su cielo y de su sol.

La Princesa tocó un timbre, y momentos después, con intervalo de algunos minutos, se presentaron dos personas en el gabinete.

Eran dos mujeres: una de ellas jóven, bonita y elegantemente