Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/31

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— De la cual está ya en vias de curación, según parece, —preguntó la Princesa.

— Eso dice el médico, y en verdad que no he tenido yo la menor parte en este feliz resultado; pues desde el primer momento me constituí en enfermera, y bien sabe Dios cuan grande ha sido mi interés y cuidado. ¡Ah, señora Princesa, qué dias y qué noches ha pasado ese pobre jóven, y qué malos ratos me ha hecho sufrir! Porque, según el facultativo, lo de menos era la herida, á no haberse complicado con una fiebre tremenda. Mr. Miguel ha delirado de tal modo que partia el corazón el oirle, y á veces tenia accesos de furiosa locura, en los cuales nos veíamos y nos deseábamos para impedirle que rasgase sus vendajes y permaneciese en la cama. Afortunadamente la violencia de la calentura ha cedido y la herida está en vias de pronta curación. El dia en que le trajeron herido creyeron peligroso subirle á su cuarto, por cuya razón se halla en el mismo piso en que yo habito, lo cual me ha facilitado los medios de cuidarlo, como me atrevo á decirlo, no ha sido cuidado enfermo alguno, y eso que muy pronto adquirí el convencimiento de que M. Miguel nunca dará á mis cuidados, la debida recompensa.

— ¿Por qué razón? preguntó la Princesa.

— Por una muy sencilla. Porque M. Miguel está enamorado.

— ¡Enamorado!

— Como un loco, á juzgar por una carta suya que he leido,

— ¡Ah!

— La misma noche en que le trajeron herido su criado y yo abrímos una cómoda que tiene en su cuarto, con objeto de buscar trapos y vendas, y yo... sé que hice mal; pero excitada por el interes, cometí la indiscreción de leer una carta de mi jóven huésped, dirigida á un amigo suyo. ¡Ah, señora Princesa! Dios me ha castigado por mi mala acción, porque su lectura ha desvanecido mis ilusiones.

— Ese jóven, ¿habla en ella de sus amores?

— ¡Pero en qué términos, con qué fuego, con qué exaltación! Según parece está enamorado de una gran señora, y se desespera por los obstáculos que se oponen al logro de su amor.

— Debe ser curiosa esa carta.

— Si quereis os la enseñaré: es decir, una copia que he sacado...

— Me parece, Madlle. Guené, —dijo el aya de la Princesa,—