Página:Una traducción del Quijote (1).djvu/37

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alma... Luego aparece una mujer. ¡Dios mio! Es María, sí, aquel es su talle, su blanco seno, sus manos más blancas aún. ¡Mas ay! No, no es ella... María es más jóven, más hermosa: en su semblante infantil no se marcan las huellas de los dolores y del cansancio como en el de esa mujer tan bella y tan pálida al mismo tiempo... y sin embargo, ¡se parece tanto á María! ¡Hay tanto atractivo, tanta elegancia en sus movimientos, que yo la aMaría á haberla conocido ántes... De sus labios se escapan dulces y melodiosos cantos; sus ojos, lánguidos de ternura, expresan el ruego; su voz modula armoniosas palabras; llama á su amado con la arrebatadora elocuencia de la pasión.

Esta mujer se llama la Frezzolini.

Pero ¡Dios mió! ¿Qué veo? ¿Qué objeto puede distraer mi atención, y hacerme apartar los ojos de aquella mujer incomparable? ¡Ay! María aparece en un palco próximo á la escena; María, más bella, más encantadora que nunca. Sus cabellos caen divididos en uno y otro lado de su frente; sobre su seno, oculto bajo la blanca batista del vestido, se ostenta un ramo de flores menos fragantes que sus labios entreabiertos: la paz de la inocencia, la majestad del nacimiento y la hermosura brillan en su sereno rostro: sus ojos suaves como la vida dichosa, revelan inefables promesas de amor; sonríe primero, como aceptando el homenaje de admiración, que la rinden todas las miradas fijas en ella, y luego, absorta en el espectáculo, oye aquellos cantos admirables, que ella solamente puede comprender.

¡Cómo podré expresar lo que he gozado! Yo escuchaba con la mayor atención aquella deliciosa armonía, aquel magnífico poema, grande y magnífico no obstante de ser obra del talento solamente, en el que para nada interviene el verdadero sentimiento. Hay en Hernani tanta grandeza, figuras tan colosales, tan inconmensurables dolores, que arrebatan la mente á otra época, á otras ideas, á otros sentimientos, que el corazón comprende, pero que ningún lenguaje humano podria expresar. Allí hay un hijo que espera vengar á su padre, que lucha para conseguirlo con la sublime pertinacia del amor y de la honra ofendida; un anciano que sacrifica su venganza á la fuerza de un juramento; un Príncipe grande y magnánimo que se vence á sí mismo; y en medio de estos admirables tipos del honor antiguo, una mujer doliente y apasionada sufre las más espantosas peripecias.