Página:Una traducción del Quijote (2).djvu/15

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ha diezmado los rebaños de las cercanías, es casi un deber; por eso tú, descendiente de los antiguos Czares, amas sus variados lances, sus peligros y su animación; por eso sueltas la rienda á tu yegua, y acompañada por mí, traspones las zanjas, vuelas sobre las colinas, enagenada de gozo, y olvidando en tu arrebatado entusiasmo que eres la más tierna, la más delicada de las mujeres...

»Amado mio, me interrumpió ella mirándome con ternura; cierto que es un sueño muy hermoso, muy digno de tí: mas... ¿es preciso que poseamos quintas, jaurías y caballos para realizar los sueños de tu imaginación? ¿No has sonado alguna vez, como yo, con una casita blanca, muy blanca, á la orilla del mar al pié de la montaña, oculta como un nido ente los árboles? ¿No has pensado en las delicias de una vida solitaria, consagrada al amr, en los largos paseos por el monte, aspirando el perfume de la clemátida y de la belladona, viendo el sol de la tarde teñir de púrpura las puntas de los peñascos, oyendo el ruido de las esquilas lejanas ó el canto del leñador? ¿No te has sentado otras veces en la orilla del rio, á la hora de la siesta, á la sombra de los sauces que se bañan en la linfa? ¿No has surcado conmigo las tizadas olas del mar, en las noches del otoño , en un esquife rápido como una gaviota de blancas alas? No has contemplado desde allí la inmensidad de los cielos, el brillo de los astros, elevando tu alma á la contemplación del que los creó tan hermosos? ¿No has arrancado moras de dulce sabor de entre las zarzas de los valladas, ofreciéndomelas después? ¿No me has leido en las noches de invierno los versos de los poetas, hablándome luego de tu cariño en un lenguaje aún más tierno que el suyo?...

»¡0h luz de mis ojos! la interrumpí yo embriagado de alegría, besando mil veces sus manos, aquellas manos que enloquecerían de amor á un artista, tan luego como las contemplase! ¿Qué he hecho yo para merecer tanta dicha, para oir de tus labios esas palabras que me enajenan? ¡Qué voz, qué lenguaje podría expresar el infinito amor que llena mi alma! ¡Ah! me parece que todas las caricias de la tierra no serian suficientes á hacértelo comprender... Yo no me creo digno de ser feliz contigo: quisiera padecer; morir por tí...»

El ruido de una persona que se presentó en la puerta del dormitorio, hizo enmudecer á Miguel, que volviendo la cabeza, guardó precipitadamente el rollo de papeles en el cajón de la mesa.