Página:Una traducción del Quijote (2).djvu/2

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— Papá, yo quisiera aprender ingles; porque este idioma va siendo indispensable en sociedad.

— No veo inconveniente en ello, —contestó el Príncipe, satisfecho al ver salir á su hija de su triste retraimiento.— Haré avisar á un profesor.

— Mi modista, Madlle. Guené, me ha recomendado uno muy inteligente, —repuso la Princesa bajando los ojos.

— Sea, pues, el recomendado de Madlle Guené, —dijo el Príncipe. — Olao puede ir á verle cuando quieras comenzar tus lecciones.

Al dia siguiente, el Mayordomo del Príncipe, se presentó en el despacho de Miguel, que estaba ya completamente restablecido de su herida, y le trasmitió el deseo de la Princesa, en nombre de su padre.

Si Miguel hubiera podido ponerse más pálido de lo que estaba, por causa de su pasada dolencia, el Mayordomo le creería atacado de un grave accidente. Aquella inesperada misiva le aturdió hasta el punto de privarle del uso de la palabra.

Por fin se repuso un tanto y dijo:

— Mañana á la una, puesto que es la hora señalada por él, tendré el honor de ver al señor Príncipe de Lucko.

El Mayordomo, algo sorprendido de tan seca respuesta, saludó y salió.


II.

La carta de Miguel, aquella carta que revelaba no sólo á un amante, sino á un poeta, acabó de vencer el corazón de la Príncesa María, tan predispuesta en favor de aquél, desde la primera mañana que le vio en el Retiro. Tenia que ser asi. Prescindiendo de la misteriosa atracción, que acerca el uno al otro, á los amántes predestinados, hay pocos corazones femeninos noblemente organizados que resistan á la influencia de la pasión que inspiran, cuando está aquilatada ésta por el sacrificio y la abnegación.

En este punto, preciso es confesarlo, la mujer es superior al hombre; pues siente mejor la gratitud y la compasión. Acaso en este sentimiento interviene el amor propio; tal vez al corresponder al amor del hombre que la adora, recompensa la mujer lo acertado