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"Pero soy yo capaz de hacer eso?"—se dijo, proponiéndose una nueva cuestión.

Y de nuevo, sin pararse a dilucidarla, pasó adelante.

¿Cómo sería Varenka cuando se asimilara las nuevas ideas, por completo distintas de las que tenía a la sazón? Y se dijo que cuando su alma hubiera roto las cadenas que la sujetaban, y cuando se hubiera penetrado de una nueva concepción, clara y serena, de la vida, la muchacha sería doblemente bella.

Cuando le llamaron para tomar el té, había ya determinado rehacer la educación de Varenka, considerándolo un sagrado deber. Se mantendría con ella reservado, tranquilo, hasta frío, y ejercería una crítica severa de todo cuanto ella dijese o hiciese.

—Bueno, ¿qué te ha parecido Varenka?—le preguntó su hermana cuando le vió salir a la terraza.

Es muy simpática—respondió él.

— De veras? ¡Calla, calla! Yo creía que su espíritu poco cultivado te desagradaría.

—Algo hay de eso, en efecto. Pero la muchacha, en verdad, es, por muchos estilos, superior a otras instruídas y orgullosas de su talento.

—Sí, es muy guapa... Además, es una proporción... quinientas hectáreas de buena tierra y