Página:Varenka Olesova (novela).pdf/66

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
62
 

La viuda siguió exponiendo sus ideas con gran prolijidad, y después habló extensamente de Benkovsky. Lo hacía con una sonrisa de condescendencia, que no abandonaba de sus labios, y guiñando los ojos. Su hermano la escuchaba y se asombraba de que su destino no le inspirase compasión y de que no le despertase ningún interés lo que decía.

El sol se había puesto ya cuando se separaron.

El, cansado de la conversación, volvió a su cuarto; ella, animada, pintado el contento en el rostro, se entregó a los quehaceres domésticos.

Hipólito Sergueievich, una vez en su cuarto, encendió la lámpara, cogió un libro y se dispuso a leer. Pero desde la primera página comprendió que no estaba para lecturas. Dejó el libro, cerró los ojos, intentó instalarse cómodamente en el sillón y, como lo encontrase demasiado duro, se tendió en el sofá. En los primeros momentos no pensó en nada; mas no tardó en acordarse con enojo de que pronto se vería obligado a conocer al señor Benkovsky. Luego se sonrió, recordando la descripción que le había hecho de aquel caballero Varenka.

Desde entonces sólo pensó en ella.

"¿Y si yo me casase con ese monstruo encantador? se dijo—. Sería una esposa muy interesante... Al menos, no brotarían de sus labios sentencias morales sacadas de los libritos populares." Sin embargo, considerando detenidamente su