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—Yo no; pero Alejandro sí las llevará.

—¿Quién es ese Alejandro?

—Benkovsky.

—Calla!—dijo Hipólito Sergueievich, con una risita seca—. ¡Vaya una fidelidad conmovedora a las zapatillas del marido! Además, es muy práctico.

—Estás hoy terrible!

La viuda miraba a su hermano con cara de mujer ofendida; su mirada era al mismo tiempo escrutadora. El lo notó y pensó enojado:

"Probablemente se figura que estoy de mal humor por la ausencia de Varenka." Es fácil que Benkovsky venga a almorzar!

—dijo la viuda, tras un corto silencio.

—Me alegro mucho—contestó él.

"Quiere que esté amable con mi futuro cuñado"—pensó.

Y tal idea despertó en su alma un sentimiento de fastidio.

Isabel Sergueievna decía, poniendo cuidadosamente manteca en un pedazo de pan:

—El sentido práctico es, a mi juicio, una cualidad muy apreciable, sobre todo en esta época en que nos amenaza la pobreza a los nobles. Y no comprendo por qué Benkovsky no puede llevar las zapatillas de mi marido.

"Y su sudario también, si has tenido cuidado de quitárselo y de guardarlo"—pensó él irónicamente, sirviéndose leche.

—Mi marido estaba bastante bien provisto de