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kovsky. Pero qué es esa famosa realidad, si todo cuanto nos rodea y nosotros mismos no somos, según usted, sino producto de la química y un mecanismo que trabaja sin tregua? En todas partes, y siempre, el movimiento, sin un segundo de reposo. ¿Cómo es posible, pues, penetrar el sentido de tal realidad, si uno cambia a cada momento y es ahora un ser distinto del que era un minuto antes? Usted y yo no somos sino materia, según usted. Pero el mejor día yaceremos sin vida bajo los iconos, apestando el aire con el olor de nuestra podredumbre. Sólo quedarán de nosotros sobre la tierra fotografías viejas, que no le dirán nunca a nadie las alegrías y las penas de nuestra existencia, devorada por lo desconocido. No es horrible pensar que todos nosotros, seres pensantes y sensibles, sólo vivimos para convertirnos en podredumbre?

Hipólito Sergueievich escuchaba atento este discurso, y pensaba:

"Si estuvieras seguro de que posees la verdad, estarías tranquilo. Pero gritas no por defender el idealismo, sino porque tienes los nervios demasiado débiles." Y Benkovsky, mirándole con ojos de fuego, continuaba sin interrupirse:

—Usted me habla de la ciencia, ¡muy bien!

Yo me inclino ante la ciencia, como ante un poderoso esfuerzo del espíritu intentando romper las cadenas del misterio que nos envuelve. Pero a la luz de la ciencia me veo en el mismo sitio en